"Hemos demostrado que una reducción del sueño disminuye la segregación de la hormona leptina, -limitadora del apetito-, y aumenta la de la grelina, -inductora de la sensación de hambre-", afirma la doctora en neurociencia del IFN Karine Spiegel en el informe.
Así, las personas que no duermen bien sufren un aumento del apetito evaluado en un 24 por ciento, especialmente de alimentos ricos en grasa y azúcares.
Spiegel destaca que, debido al estado de cansancio, estos pacientes disminuyen significativamente su nivel de actividad física, con lo que su gasto energético es casi nulo, y desequilibran su balanza energética ya que cuentan con más horas disponibles para comer.
Un 45 por ciento de las personas de entre 25 y 45 años asegura no dormir lo suficiente y un 17 por ciento acumula sueño crónico, según un estudio publicado el pasado marzo por el Instituto Nacional de Prevención y Educación para la Salud en Francia.
Esta carencia de sueño desencadena "verdaderas epidemias de obesidad", e incluso -a falta de estudios que lo verifiquen-, enfermedades metabólicas como la diabetes, según la especialista en neurociencias.
Por eso cree "pertinente" añadir en las prescripciones de régimen para los pacientes obesos consejos de comportamiento relativos al sueño.
El profesor de psicología del IFN Patrick Lévy asegura que la obesidad está en directa relación con el síndrome de apnea obstructora del sueño, caracterizada por los repetidos paros de respiración en el sueño.
Este síndrome está provocado por la acumulación de grasa en la zona del cuello que impide el correcto paso del aire por la faringe hacia los pulmones.
En este sentido, Lévy señala que se observa en los obesos una "resistencia a la leptina", todavía más marcada en el caso de los pacientes con apnea, lo que explicaría el riesgo de estas personas a padecer enfermedades cardiovasculares
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